El hermoso palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada es, con respecto a las construcciones de nueva planta, el edificio más significativo de este período. Proyectado como complemento de la residencia privada de la Alhambra para servir de escenario a las ceremonias y actos oficiales de la corte, el palacio se levantó, frente a la ciudad y el exterior, como símbolo del nuevo Estado, confirmando el interés del monarca por ofrecer una nueva imagen del reinado, sirviéndose para ello de una arquitectura clasicista y renovadora, y de un elaborado programa iconográfico.
El Emperador Carlos V, Rey de España y Emperador electo de Alemania siendo ya dueño de América y casado
con Isabel de Portugal, trasladó su corte a las casas reales de la Alhambra,
para pasar en ellas el verano de 1526. La boda y la luna de miel de Carlos e
Isabel de Portugal hubieran sido una mina para las actuales revistas del
corazón. Los esposos se conocieron sólo dos horas antes de contraer matrimonio
en Sevilla y experimentaron un auténtico flechazo. Tan prendados quedaron el
uno del otro que Carlos V abandonó sus austeras costumbres y, durante su
estancia en Granada, se levantaba a las once de la mañana. Y, al parecer, no
sólo dormía. Así al menos lo asegura el historiador granadino Juan Antonio
Vilar en su libro. Boda y luna de miel del emperador Carlos V, editado por la Universidad.
¿Nació entonces el deseo de hacer de Granada uno de sus
puntos de residencia? Parece ser que sí, ya que proyectó construir un nuevo
palacio, con mayores comodidades y más espacio que el árabe, pero conectado a
éste para seguir disfrutándolo, continuando con ello la labor comenzada por sus
abuelos los Reyes Católicos, con el deseo de convertir este palacio en el gran
centro de la corte del Imperio. Así se llevó a efecto una de las mejores obras
renacentistas que se hallan fuera de Italia y el primer gran palacio real de
los monarcas españoles.
El edificio, de cantería, es cuadrado, y mide 63 m. de longitud y 17,40 de altura en las fachadas principales, quedando inscrito en el interior su patio circular, lo que determina una planta extraña y de difícil aprovechamiento, sin precedentes construidos. Está unido al Alcázar árabe, por lo que sólo están decoradas las fachadas sur y occidental, parte de la del norte y sólo una mitad de la otra.
El proyecto original se debe a Pedro Machuca, formado en el círculo artístico de la Roma de León X, que dirige las obras entre 1533 y 1550, fecha de su muerte, dejando terminadas las fachadas excepto las portadas de poniente y mediodía. Le sucede su hijo Luis que realiza el patio circular, quedando suspendidas las obras durante 15 años por la rebelión de los moriscos de Granada en 1568.
Pedro de Machuca, contó desde el primer momento con el apoyo del rey y la protección del marqués de Mondéjar, capitán general de Granada, para la realización de su cometido. Y fue auxiliado por Juan de Marquina como aparejador de las obras.
La fachada oeste considerada la principal, destaca por los
relieves de los pedestales del piso
bajo, en los
que Machuca diseño
episodios de batallas cuajados de trofeos de guerra,
bellamente estudiados y agrupados. Entre ellos resalta el Triunfo de la Paz,
simbolizado por figuras femeninas sentadas sobre montones de armas y
representaciones de batallas, posiblemente Pavía.
La portada principal esta concebida como un doble arco triunfal, los trofeos y victorias de la parte baja sirven de complemento a los relieves sobre la fábula de Neptuno que, como las alegorías de la Historia y la Fama, flanquean la elegante serliana de la zona alta. Estos relieves sirven de exaltación de las empresas marítimas del emperador, y en concreto de su reciente conquista de Túnez, recordadas por la Historia e inmortalizadas por la Fama.
En el piso superior
aparecen tres tondos; el
del centro con el
escudo imperial, y los
laterales con representaciones herácleas: la lucha con el toro de Creta y con
el león de Nemea, alusiones directas a Carlos V, el nuevo Hércules.
Juan de Herrera es quien levanta en esta fachada la portada principal,
modificando el trazado de Machuca, con tres huecos adintelados en el cuerpo
inferior, más pequeños los laterales que el central, y otros tres de iguales
dimensiones en el superior enmarcados entre columnas dóricas y con medallones
con relieves sobre ellos.
Las argollas o anillas que adornan la fachada son accesorios decorativos que se empleaban con cierta frecuencia en los monumentos italianos del siglo XV.
En la fachada del palacio son cuarenta. Las diez que van adornando las tres esquinas son argollas de forma amorcillada unidas por unos mascarones y sujetadas al muro por cabezas de águilas que sostienen el aro con sus picos y lenguas. La simbología del águila en la corte de Carlos V está suficientemente clara. Basta recordar su escudo con el águila bicéfala.
Las otras treinta argollas están formadas por columnillas de
capitel jónico unidas por las bases y envueltas en una filacteria en la que se
lee el lema de Carlos V en francés Plus Oultre. Van sujetadas por cabezas de
leones; otro de los simbólicos animales guardianes empleados con frecuencia
para preservar las entradas.
Los cuatro frentes del palacio se ordenan con dos pisos: en el bajo, almohadillado a la rústica, se emplean pilastras dórico-toscanas; en el alto, se utilizan pilastras de orden jónico.
Las dos fachadas principales ostentan sendas portadas de piedra de Sierra Elvira.
Entre las pilastras de ambos cuerpos se articulan dos series de vanos, rectangulares los bajos y circulares los altos, completando el conjunto una sobria y elegante decoración de guirnaldas, putti y emblemas imperiales que, en el cuerpo superior, se distribuyen en los pedestales, en el remate de las ventanas y en los frontones y guardapolvos, que alternativamente coronan los vanos.
Como ya señalara Rosenthal, fue todavía en tiempos de Machuca cuando se definió el programa iconográfico del palacio, mediante la inclusión de dos ciclos histórico-alegóricos en las portadas meridional y occidental, realizadas por Niccolo da Corte y Juan del Campo, junto a otros escultores como Antonio de Leval, Juan de Orea, Andrés de Ocampo y el propio Machuca.
Como ya señalara Rosenthal, fue todavía en tiempos de Machuca cuando se definió el programa iconográfico del palacio, mediante la inclusión de dos ciclos histórico-alegóricos en las portadas meridional y occidental, realizadas por Niccolo da Corte y Juan del Campo, junto a otros escultores como Antonio de Leval, Juan de Orea, Andrés de Ocampo y el propio Machuca.
La fachada sur
tiene un claro
carácter triunfal, como
indica la utilización de arcos de medio punto con
victorias en las enjutas, en las del arco aparecen alegorías de la Historia
y la Fama que remiten a los triunfos y virtudes de Carlos V.
Palacio de Carlos V |
En los espacios intermedios de las pilastras se abren ventanas rectangulares y, sobre ellas, otras circulares (acristaladas recientemente), entendiéndose a lo largo de este cuerpo un amplio poyo que forma el zócalo del palacio.
El proyecto se completaba con dos plazas porticadas frente a las fachadas occidental y meridional del palacio, que comunicaban con las dependencias de la tropa y las caballerizas,
estas no llegaron a realizarse.
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