Hace unos años, en Granada, se produjo una gran polémica a raíz de una queja formulada ante el Ayuntamiento por algunas asociaciones, señalando lo inapropiado del nombre Plaza del Negro, en Granada.
El cabildo ciudadano, la zanjó de la noche a la mañana. De noche, sin avisar a nadie ni pedir opinión, rotuló y rebautizó el entorno con la flamante dirección postal. Plaza del Negro Juan Latino. Y se acabó la polémica.
El cabildo ciudadano, la zanjó de la noche a la mañana. De noche, sin avisar a nadie ni pedir opinión, rotuló y rebautizó el entorno con la flamante dirección postal. Plaza del Negro Juan Latino. Y se acabó la polémica.
“Negro” era un calificativo inaceptable pero... “Negro Juan Latino” se consideró, desde el primer momento, un título perfectamente decoroso para la plaza.
Y nos preguntamos con curiosidad, quién fue aquel negro, que con la fuerza de su recuerdo y la autoridad de su nombre dejaba contentos a todos? ¿Y quién era Juan Latino?
Vamos a recordar una bonita historia. Juan Latino, fue un esclavo negro traído en su infancia al Algarve por los comerciantes de esclavos portugueses. (El mismo relata en su autobiografía su venida a España con su madre desde la lejana Etiopía).
Vendidos en Sevilla y comprados para la viuda del Gran Capitán. (Don Gonzalo Fernández de Córdoba). Conocida como La Duquesa de Sessa, titulo nobiliario concedido por los Reyes Católicos en 1507 a Gonzalo Fernández de Córdoba.
Vendidos en Sevilla y comprados para la viuda del Gran Capitán. (Don Gonzalo Fernández de Córdoba). Conocida como La Duquesa de Sessa, titulo nobiliario concedido por los Reyes Católicos en 1507 a Gonzalo Fernández de Córdoba.
La
duquesa vivía entonces en Baena con su hija y el hijo de ésta, Gonzalo, que
tenía casi la misma edad que Juan, por lo que se calcula que la fecha de su
nacimiento debió ser entre 1518 y 1520.
Desde
un principio, la madre de Juan fue destinada al servicio de la duquesa hija, y
el pequeño Juan como paje de su hijo, aunque no era esa su única labor, ya que
también se ocupaba, entre otras cosas, de la limpieza de las caballerizas.
Cuenta una anécdota que, ante la duda de que los negros tuviesen alma, y creyendo que estarían más expuestos al demonio que cualquier cristiano blanco, Juan de Sessa llegó a ser bautizado hasta cinco veces "por si acaso". Parece ser que Juan pronto se convirtió, no sólo por obligación, sino por afecto mutuo, en compañero de juegos de su amo, el duque de Sessa (que además llevaba el mismo nombre que su famoso abuelo). De hecho, don Gonzalo se negó a recibir lecciones si su amigo de juegos no iba a clase con él. Así es que, ante la terquedad del duque se permitió que Juan de Sessa (puesto que los esclavos tomaban el apellido de sus amos como señal de su pertenencia a ellos) que asistiera. El primer sorprendido debió ser el maestro al comprobar cómo aquel esclavo, negro como la pez, era capaz de absorber todos los conocimientos con asombrosa agilidad.
Cuenta una anécdota que, ante la duda de que los negros tuviesen alma, y creyendo que estarían más expuestos al demonio que cualquier cristiano blanco, Juan de Sessa llegó a ser bautizado hasta cinco veces "por si acaso". Parece ser que Juan pronto se convirtió, no sólo por obligación, sino por afecto mutuo, en compañero de juegos de su amo, el duque de Sessa (que además llevaba el mismo nombre que su famoso abuelo). De hecho, don Gonzalo se negó a recibir lecciones si su amigo de juegos no iba a clase con él. Así es que, ante la terquedad del duque se permitió que Juan de Sessa (puesto que los esclavos tomaban el apellido de sus amos como señal de su pertenencia a ellos) que asistiera. El primer sorprendido debió ser el maestro al comprobar cómo aquel esclavo, negro como la pez, era capaz de absorber todos los conocimientos con asombrosa agilidad.
Catedral de Granada
Poco después la familia Fernández de Córdoba se trasladó a Granada, y
allí encontramos algunas noticias acerca de su educación gracias a una comedia
de Jiménez de Enciso, que escribió sobre Juan Latino, entre los siglos XVI y
XVII. Decía Enciso que iban los hijos de los nobles a formarse al colegio
de la Catedral, en la Curia, y que mientras éstos estaban en clase, los
esclavos, que les acompañaban, se quedaban jugando en el patio, excepto Juan,
que entreabría un poco la puerta del aula para poder escuchar al maestro, con
un gran deseo de saber. Y supo tanto latín que se le conoció a partir de
entonces como Juan Latino.
A la hora de cursar estudios superiores, Juan tuvo la intención
de hacer Medicina, pero sus protectores le aconsejaron que continuase con sus
estudios sobre Humanidades. Llegó a dominar a la perfección no sólo el latín,
sino también el castellano y el griego, alcanzando una gran formación
humanística.
Un personaje muy conocido en Granada
administrador del obispo, necesitaba un profesor de música para su hija, doña
Ana de Carvajal, consultó con Gregorio Silvestre, organista de la Catedral, y
él, le recomendó a su amigo Juan Latino, que era un gran entendido. Y así fue
como "el negro" comenzó a instruir a la joven hija del administrador.
Pero ocurrió que entre maestro y discípula fue
surgiendo un afecto que se convirtió en amor, ante el asombro de muchos, y el
enorme disgusto de su padre, llegaron a contraer matrimonio, no sin que antes
el amo de Juan le concediese la libertad y una dote de 2.000 ducados.
Juan Latino fue muy valorado, tanto por el aval de Gonzalo Fernández de Córdoba y otros personajes de gran peso en Granada, como por sus propias capacidades. Comenzó a dar clases de latín en la recién fundada Universidad de Granada, formando parte de pleno derecho del claustro de profesores, tal y como se estipulaba en los estatutos fundacionales y como aparece en el libro de claustros.
La fama de Juan Latino alcanzó toda España. Pellicer habla de él en los Preliminares del Quijote, Diego Jiménez de Enciso le dedicó una comedia, Rodrigo Ardilla le elogió en un romance y el mismo Cervantes lo alabó en algunas poesías de su Quijote. Además, uno de sus mayores méritos está en haber formado a numerosos escritores granadinos y a prestigiosos traductores de los clásicos que luego formaron parte del Siglo de Oro de nuestra literatura.
Juan Latino fue muy valorado, tanto por el aval de Gonzalo Fernández de Córdoba y otros personajes de gran peso en Granada, como por sus propias capacidades. Comenzó a dar clases de latín en la recién fundada Universidad de Granada, formando parte de pleno derecho del claustro de profesores, tal y como se estipulaba en los estatutos fundacionales y como aparece en el libro de claustros.
La fama de Juan Latino alcanzó toda España. Pellicer habla de él en los Preliminares del Quijote, Diego Jiménez de Enciso le dedicó una comedia, Rodrigo Ardilla le elogió en un romance y el mismo Cervantes lo alabó en algunas poesías de su Quijote. Además, uno de sus mayores méritos está en haber formado a numerosos escritores granadinos y a prestigiosos traductores de los clásicos que luego formaron parte del Siglo de Oro de nuestra literatura.
Juan de Austria
Fue amigo íntimo del arzobispo Pedro Guerrero,
del presidente de la Real Chancillería Pedro de Deza, y consejero de Juan de
Austria cuando el hermanastro de Felipe II se instaló en la ciudad, con armas y
bagajes, para sofocar la rebelión de los moriscos ocurrida en 1568. Años más
tarde, con motivo del triunfo en Lepanto, Juan Latino le dedicaría su obra más
célebre, la elegía Austriada Cármine.
Tal era la
confianza que en su talento y habilidad diplomática tenían los regidores de
Granada, que con ocasión del traslado al Escorial de los restos mortales de los
antecesores de Felipe II, hasta ese entonces sepultos en la granadina Capilla
Real, el cabildo le encomendó la difícil tarea de convencer al Emperador para
que no se llevase de la ciudad los sepulcros de los Reyes Católicos.
Capilla Real, sepulcros de los Reyes Católicos
Juan Latino era un hombre muy sagaz, amén de culto. Tan astuto que mereció de Miguel de Cervantes, en el prólogo de El Quijote, la siguiente alusión —refiriéndose a sí mismo—: “Pues al cielo no le plugo / que salieses tan ladino/ como el negro Juan Latino”. Haciendo, pues, uso de su proverbial talento persuasivo, dedicó a Felipe II una sentida elegía titulada. De traslatione corporum regalium. En esta composición poética, escrita en latín, presenta a Granada como una matrona gozosa y doliente que se congratula por el nacimiento del príncipe Fernando, heredero de la corona, para de inmediato suplicar al Emperador que no se lleve de Granada los cuerpos de sus bisabuelos, pues constituyen y dan aliento al ser profundo de la ciudad; le recuerda amablemente su origen granadino, ya que el Emperador fue concebido en estos pagos, fruto del amor entre su padre e Isabel de Portugal, y promete eterna lealtad a la corona y fervoroso reconocimiento por la solicitada merced.
Capilla Real, sepulcros de los Reyes Católicos
Juan Latino era un hombre muy sagaz, amén de culto. Tan astuto que mereció de Miguel de Cervantes, en el prólogo de El Quijote, la siguiente alusión —refiriéndose a sí mismo—: “Pues al cielo no le plugo / que salieses tan ladino/ como el negro Juan Latino”. Haciendo, pues, uso de su proverbial talento persuasivo, dedicó a Felipe II una sentida elegía titulada. De traslatione corporum regalium. En esta composición poética, escrita en latín, presenta a Granada como una matrona gozosa y doliente que se congratula por el nacimiento del príncipe Fernando, heredero de la corona, para de inmediato suplicar al Emperador que no se lleve de Granada los cuerpos de sus bisabuelos, pues constituyen y dan aliento al ser profundo de la ciudad; le recuerda amablemente su origen granadino, ya que el Emperador fue concebido en estos pagos, fruto del amor entre su padre e Isabel de Portugal, y promete eterna lealtad a la corona y fervoroso reconocimiento por la solicitada merced.
Accedió el Emperador a
las pretensiones del negro. Y si hoy los sepulcros de los Reyes Católicos
continúan siendo visitados por españoles y miles de turistas cada año, subrayando su
asentamiento la transcendencia histórica de Granada, es gracias a la habilidad,
el ingenio y lucidez de aquel hombre extraordinario que, según sus propias
palabras, era negro de llamar la atención “como mosca en leche”, y según su
amo, amigo y admirador Gonzalo Fernández de Córdova —nieto del Gran Capitán—,
“rara avis in terra”.
Casa de Los Tiros. "Cuadra Dorada"
Participaba asiduamente en las tertulias donde se reunía la flor y nata de la
intelectualidad granadina. El lugar se llamaba la "Cuadra Dorada", y
acudían personajes de la talla del marqués de Mondéjar, los Granada-Benegas,
Pedro Martínez de Ardilla, Hurtado de Mendoza o Bermúdez de Pedraza.
Recibió del arzobispo de Granada, Pedro Guerrero, la cátedra de Gramática y de
Lengua Latina de la Catedral, rigiéndola durante veinte años.
También escribió epigramas, una serie de poemas
en conmemoración del nacimiento del príncipe Fernando, considerado la
"esperanza" del reino; dichos epigramas fueron expuestos, para
lectura y conocimiento público, en arquitectura efímera de madera en la plaza
de Bib-rambla de la ciudad.
La
vida de Juan Latino fue una vida dedicada principalmente a la docencia y a la
formación de los jóvenes nobles. Se sabe que murió siendo muy anciano, con más
de 80 años, y cuentan algunos que, a partir de Juan Latino, el color moreno en
la piel se puso de moda, cambiando la estética de las damas de la nobleza. En
la iglesia de Santa Ana de Granada está enterrado junto con su esposa, doña Ana
de Carvajal.
Iglesia de San Gil y Santa Ana
La biografía de Juan Latino, es un maravilloso ejemplo de superación personal por vía del estudio, y revela al mismo tiempo la humanidad y grandeza de la familia Fernández de Córdoba.
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